El papa Francisco inauguró este miércoles las sesiones de trabajo del Sínodo, la asamblea de obispos y laicos que debatirá este mes temas de calado para la iglesia, e instó a sus participantes a ser humildes y a «acoger los signos de los tiempos».
«La humildad nos permite mirar al mundo reconociendo que no somos mejores que los demás», avisó el pontífice, sentado junto al resto de participantes en el Aula Pablo VI del Vaticano.
El Sínodo es una asamblea de obispos de todo el mundo fundada en 1965 por Pablo VI, tras el Concilio Vaticano II, pero Francisco ha decidido que también participen hombres y mujeres laicos, que en la última reunión, en 2023, tuvieron por primera vez derecho a voto.
El actual se empezó a preparar en 2021 para tratar el tema de la «sinodalidad», la necesidad de que la Iglesia prosiga su misión unida, y ha congregado a un total de 368 miembros, entre los que hay 53 mujeres y unos setenta cardenales.
Una vez termine se espera que el papa argentino publique una exhortación apostólica con las conclusiones, antes de junio de 2025.
En esta jornada inaugural el papa volvió a abogar por una Iglesia en la que «todos», subrayó, tienen cabida.
«Dios acoge a todos siempre y a todos ofrece nuevas posibilidades de vida, hasta el último momento. Es por esto que nosotros debemos perdonar a todos siempre, conscientes de que la disposición a perdonar nace de la experiencia de haber sido perdonados», subrayó.
En definitiva, reivindicó una Iglesia compasiva: «Alguien que se declara cristiano y no entre en la gratitud y la misericordia de Dios es simplemente un ateo disfrazado de cristiano», zanjó.
Por otro lado, defendió su decisión de integrar a laicos en esta asamblea alegando que un obispo «no puede vivir su servicio» si no está entre su pueblo y para evitar dos «peligros»: que el prelado se aleje de la relación con los fieles y que se «rompa la comunión» por la contraposición entre jerarquía eclesiástica y los creyentes.
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