Los mexicanos han iniciado su «nueva normalidad» contagiados por una fiebre de protestas contra el abuso policial y la gestión de la crisis económica y sanitaria de la COVID-19, que suma más de 150.000 contagios y más de 17.580 muertos.
La ola de manifestaciones arrancó la primera semana de junio, días después del inicio del plan de reactivación del Gobierno, tras difundirse la muerte de Giovanni López, un albañil de 31 años arrestado en mayo por la policía municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos, en el occidental estado de Jalisco.
Aunque el abuso policial es un problema longevo en México, el movimiento «Justicia para Giovanni» arreció inspirado en las marchas por el asesinato del afroamericano George Floyd en Estados Unidos, explica el investigador Luis Daniel Vázquez, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
«Los problemas que nosotros tenemos del abuso de la policía son estructurales y son añejos de décadas. ¿Por qué hoy se hace visible? Pues básicamente por un contagio proveniente de Estados Unidos», expone Vázquez, también investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especializado en derechos humanos.
Además de Giovanni, en estas últimas semanas también ha habido manifestaciones por las muertes a manos de la policía de Alexander, un joven de 16 años de Oaxaca, de Carlos Navarro de 33 años en Veracruz, y de Jair López, un joven de Tijuana asfixiado como Floyd.
Estos hombres, detalla Vázquez, encajan con el perfil de los más afectados por el abuso policial en México: hombres, pobres y de 16 a 35 años.