La dolarización que de facto rige Venezuela ha supuesto un alivio para la economía de sus ciudadanos durante el 2019, aunque el país sigue sin resolver la depreciación de su moneda local y la hiperinflación se mantiene como la más alta del mundo.
El bolívar es la única moneda de curso legal en el país, en donde además desde 2003 rige un control estatal para la compra y venta de divisas que se ha flexibilizado en los últimos meses.
Sin embargo y según varios expertos consultados, el pragmatismo económico del régimen de Nicolas Maduro se refleja en la relajación de controles de precios y de regulaciones para la compra y venta de divisas.
Eso ha hecho que en Venezuela el dólar ya sea la única moneda que se ve en las calles, excepto contadas excepciones. Incluso las tiendas que todavía exhiben sus precios en bolívares los cambian a diario conforme se devalúa la moneda nacional y eso hace imposible pagar en efectivo, pues los billetes de más alta denominación no alcanzan para pagar ni un café.
Eso obliga de nuevo a volver al dólar o pagar con tarjeta débito.
Maduro ha debido recular. Llegó a hablar del «dólar criminal» hace años, pero a finales del pasado noviembre se ha referido a la dolarización de facto como una «válvula de escape» que existe «gracias a Dios».
Cuando la tasa de inflación se acelera a mayor rapidez que la depreciación de la moneda local -el bolívar-, y en Venezuela hay hiperinflación, los precios en bolívares terminan «arrastrando» a los precios fijados en dólares.
Y las expectativas influyen en la medida en que los actores económicos prevén que sus costos, muchos de los cuales están fijados en bolívares, van a ir en aumento.