Denuncias, peleas, pedidos de expulsión del país. Los últimos incidentes ocurridos en Perú con, o contra, venezolanos han reavivado el debate sobre si la xenofobia comienza a extenderse en un territorio que en cuatro años ha recibido a más de 850.000 ciudadanos de esa nación.
Aunque los peruanos acogieron esa migración con los brazos abiertos y claras muestras de solidaridad, cuando esta se volvió masiva comenzaron a presentarse incidentes de todo tipo, centrados principalmente en casos de inseguridad ciudadana, la disputa de puestos laborales y el inevitable choque cultural.
Precisamente, el episodio más notorio de las últimas semanas resumió esos elementos y se presentó en un distrito de la región sureña de Cusco, cuyos representantes acordaron dar un plazo de dos meses a los venezolanos para que abandonen su jurisdicción.
Los dirigentes del distrito de Pichari, de unos 20.000 habitantes, buscaron justificarse en supuestas «conductas lascivas» y el incremento de los delitos en su localidad, aunque luego la alcaldía anunció que la drástica medida no será aplicada.