La guerra sin cuartel contra las pitones birmanas que se han adueñado de la mayor reserva natural de Florida, los Everglades, donde están diezmando a la fauna autóctona, ha logrado desde 2017 eliminar a 3.600 ejemplares de una especie invasora cuya proliferación se asocia con el huracán Andrew.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, dio la orden en agosto pasado de lanzar una gran ofensiva contra las pitones mediante la contratación de más cazadores y la asignación de más fondos para los programas que buscan su erradicación.
Tres meses después ha anunciado desde la capital estatal, Tallahassee, que las dos entidades implicadas en la lucha, la Comisión de conservación de la Vida Salvaje de Florida (FWC) y el Distrito de Manejo del Agua del sur de Florida (SFWMD), han logrado hasta ahora causar 3.600 bajas al enemigo.
«Es un hito importante en esta lucha y demuestra que nuestras políticas están funcionando. Juntos vamos a seguir acrecentando este éxito y haciendo todo lo que podamos para conservar y restaurar el medio ambiente», dijo DeSantis, quien ha dado pruebas de tener más sensibilidad hacia los temas medioambientales que su mentor político, el presidente Donald Trump.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántas pitones hay en los Everglades, un gigantesco humedal de 1,5 millones de acres (607.500 hectáreas) situado en el centro del extremo meridional de la península de Florida, pero todos los que están en el asunto hablan de decenas de miles.
La lucha contra estas serpientes constrictoras que pueden superar los 6 metros (19,6 pies) de largo y los 100 kilos (220 libras) de peso es titánica. No solo por lo difícil que es dar con ellas en la naturaleza sino porque cada hembra puede poner hasta 100 huevos en su vida.