Richard Gere alcanzó la fama mundial con sus papeles de seductor en «American Gigolo» (1980), «An Officer and a Gentleman» (1982) o «Pretty Woman» (1990), pero siempre se ha caracterizado por un fuerte compromiso social y ahora que llega a los 70 años está más inmerso que nunca en el activismo político.
Y aunque sigue ligado al mundo del cine, sus últimas apariciones públicas están ligadas a su faceta humanitaria. Hace tan solo unos días llevó víveres a los inmigrantes rescatados por la ONG española Open Arms y que se pasaron casi un mes en un barco en el Mediterráneo a la espera de ser acogidos por algún país.
Pero el actor nunca se ha dejado llevar por el glamour de la fama y ha desarrollado un gran activismo que en la década de los noventa se centró en la lucha contra el sida y en el apoyo al budismo tibetano (religión que profesa desde los 24 años).
Fue uno de los primeros en utilizar el respaldo mediático de una gala como los Óscar para criticar la política de un país al denunciar en 1993, en plena ceremonia, la opresión que ejercía China en el Tíbet.
Estas denuncias contra el gigante asiático, al que acusó del «exterminio de 1,2 millones de tibetanos», le llevaron a ser tildado como persona non grata por las autoridades chinas. También Hollywood le prohibió durante años la entrada a la gala de los Óscar por su comentario político.
En la última década se ha acrecentado aún más esa faceta humanitaria, que comparte junto a su tercera esposa, la española Alejandra Silva -con la que ha tenido a su segundo hijo, tras el nacido de su matrimonio con la también actriz Carey Lowell-.