Acompañado del primer ministro japonés, Shinzo Abe, el presidente de EE.UU., Donald Trump, llegó este viernes a Palm Beach, una pequeña ciudad de Florida que empieza a inquietarse por los gastos que acarrean las visitas presidenciales.
Trump invitó a Abe, con quien se reunió este viernes mismo en Washington, a pasar este fin de semana junto a las esposas de ambos en su selecto club en Palm Beach, Mar-a-Lago, como un «regalo», dijo el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, en la víspera.
Los dos matrimonios llegaron al aeropuerto de West Palm Beach en el Air Force One, el avión presidencial, y se trasladaron inmediatamente a Mar-a-Lago, propiedad situada en la vecina Palm Beach, una manga de tierra unida al continente por varios puentes.
La pareja presidencial fue la primera en aparecer al pie de la escalinata del avión y saludaron a un grupo de simpatizantes que los esperaba cerca de la pista de aterrizaje, tras lo cual hizo lo propio el primer ministro japonés y su esposa, Akie Abe.
Poco después, descendió Ivanka Trump, la hija del presidente Trump, junto a su familia, para luego abordar vehículos oficiales y dirigirse a la propiedad del mandatario en Palm Beach, en donde permanecerán el fin de semana.
Durante el trayecto, la comitiva de automóviles fue flanqueada por unos cuantos simpatizantes a ambos lados de Southern Boulevard, que como otras vías de la localidad se encontraba cerrada al tránsito de vehículos, y en las inmediaciones del club social también los esperaban pequeños grupos de seguidores.
Está previsto que los Trump y los Abe cenen juntos hoy en el club Mar-a-Lago, una histórica propiedad con edificaciones de fines de los años veinte que el hoy presidente de Estados Unidos compró en 1985 y convirtió en un club con playa privada y toda clase de comodidades cuyos nuevos socios deben pagar 200.000 dólares como cuota inicial.
Para mañana está previsto que Trump y Abe jueguen al golf en el club que el presidente estadounidense posee en Jupiter, al norte de Palm Beach.
El diario digital MyPalmBeachPost informó hoy que Abe es el nieto de Nobosuke Kishi, quien fue primer ministro de Japón y jugó al golf en 1957 con el entonces mandatario estadounidense, Dwight Eisenhower, y hace meses le regaló a Trump un palo de golf valorado en casi 4.000 dólares.
Es el segundo jefe de Gobierno que se entrevista con el nuevo presidente en la Casa Blanca. La primera fue la primera ministra británica, Theresa May.
En la conferencia de prensa que Abe y Trump ofrecieron hoy en Washington después de las reuniones de trabajo de las delegaciones de ambos gobiernos no faltaron las referencias al golf.
«No estoy en absoluto por encima del nivel de Donald en golf», señaló Abe, quien no obstante destacó que su política es «quien no arriesga, no gana» y el objetivo es siempre llevarse el trofeo.
Trump, que terminó la conferencia diciendo «Vayámonos a Florida», gastó bromas sobre las manos grandes de Abe y sus habilidades golfísticas.
El presidente se manifestó muy relajado en contraste con el tono airado que mostró hoy en Twitter a raíz de la última decisión judicial de mantener bloqueado su veto migratorio.
La visita del primer ministro de Japón, uno de los países aliados de EE.UU. en Asia, es la primera de un dignatario extranjero a Mar-a-Lago desde que Trump asumió la Presidencia el 20 de enero.
Abe fue, además, el primer mandatario extranjero que visitó a Trump en sus oficinas en Nueva York después de su victoria en las elecciones del 8 de noviembre.
Trump estuvo también el pasado fin de semana en Palm Beach, una tranquila ciudad de menos de 9.000 habitantes que se ve revolucionada cada vez que el mandatario decide visitarla.
Las relaciones de Trump con los vecinos de Palm Beach cuando era solo un millonario neoyorquino que poseía la magnífica Mar-a-Lago no fueron siempre buenas.
Ahora que la propiedad ha pasado a ser la «Casa Blanca de invierno», como la definió el magnate, se han complicado, fundamentalmente como consecuencia de las restricciones aéreas, terrestres y marítimas que se establecen y los caos de tráfico que se producen cada vez que se desplaza.
Palm Beach reportó esta semana pérdidas de por lo menos 250.000 dólares en el sector de la aviación de la zona, debido a las restricciones aéreas con motivo de la visita de cuatro días que Trump hizo el fin de semana pasado, según medios locales.
El Aeropuerto de Lantana (LAN), operado por Stellar Aviatión, está a menos de 24 kilómetros de Mar-a-Lago y debe cerrar mientras Trump está en Palm Beach.
Jonathan Miller dijo a Efe que su empresa, Stellar Aviation, perdió de 30.000 dólares el pasado fin de semana y que teme llegar al millón de dólares en un año si persisten estas visitas, que también tienen un importante coste para la arcas de la municipalidad en materia de seguridad.
EFE
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