Vizcaya, la residencia de invierno del millonario James Deering, uno de los primeros en elegir Miami (EE.UU.) para escapar del frío, cumple 100 años mirando a la bahía del mismo nombre con aire veneciano y tesoros traídos de todo el mundo.
Son pocos los edificios en Miami que sobrepasan el siglo y menos los que han llegado a centenarios en tan buen estado y tan conectados con la comunidad como Vizcaya, una propiedad que en los años 50 dejó de ser residencial y pasó a ser un museo.
Deering, miembro de la familia propietaria del que fue el mayor fabricante de maquinaria agrícola de Estados Unidos, International Harvester, inauguró Villa Vizcaya con una gran fiesta el 25 de diciembre de 1916, dos años después del inicio de las obras.
En el palacio, el edificio principal de la propiedad, que está rodeado de jardines a la italiana y de bosque nativo de Florida, el millonario, que tenía también casas en Chicago, Nueva York y las afueras de París, pasó los inviernos hasta que murió en 1925 a bordo del transatlántico en el que regresaba de Europa.
Precisamente el arquitecto F. Burrall Hoffman diseñó el palacio pensando en que la llegada iba a ser por mar, de ahí la gran terraza con escalinata y los embarcaderos de estilo veneciano, con enormes góndolas en piedra coralina, situadas delante de la fachada principal.
Si la vista de Vizcaya desde la bahía puede parecer un espejismo de Venecia, el interior del palacio confunde al visitante por su profusión de muebles y obras de arte europeos y de otras partes del mundo en un lugar subtropical, remoto y poco poblado del extremo sureste de Estados Unidos como era Miami en las primeras décadas del siglo XX.
«Es tan Miami y tan estadounidense (It’s so Miami and so American)», dice a Efe Joel Hoffman, director ejecutivo de Vizcaya Museum & Gardens, quien subraya que lo que hay en esta propiedad es una mezcla de cosas recogidas aquí y allá con «inventiva» y sobre todo con absoluta «libertad», sin seguir cánones artísticos y estéticos.
La importancia de Vizcaya es que «realmente aquí comenzó hace 100 años el interés de Miami por el arte, la cultura internacional y la innovación», dice Hoffman, quien lleva 13 años en el puesto.
Esa mezcla de arte, artefactos de todo tipo y recuerdos recolectados por Deering con ayuda del artista Paul Chalfin es descrita por Hoffman como una «fantasía histórica».
Es un estilo que ha ganado valor y belleza con el tiempo y que hace de Vizcaya un lugar singular, de acuerdo con la ecuatoriana Laura Munilla, que forma parte del Trust (Fideicomiso) de Vizcaya.
Vizcaya recibió este año la visita de unas 250.000 personas, la mayoría para conocer el museo y los jardines, diseñados por el colombiano Diego Suárez, y 50.000 para participar en las actividades sociales y educativas que organizan.
Aun hoy sigue siendo el lugar más clásico para que las novias y las quinceañeras de Miami se tomen fotografías antes de la boda y de la fiesta, como hacían sus abuelas.
Vizcaya no es autosuficiente, pero el 60 % de su presupuesto se cubre con los fondos que genera el museo, tanto con la venta de entradas como con el alquiler de algunas de sus instalaciones para todo tipo de reuniones, desde empresariales a banquetes de boda.
Mantener un lugar así, con artesonados de madera, objetos delicados y muchos espacios abiertos, tiene un costo elevado y es una tarea ardua, a la que no ayudan el salitre, la intensa luz, la subida del nivel del mar ni los huracanes.
El director ejecutivo destaca que, una vez conmemorado el centenario, el mayor desafío que tienen es rehabilitar lo que se conoce como «The Village» (La aldea), una serie de edificios donde antiguamente residían los empleados de Vizcaya.
Allí funcionaba en tiempos de Deering una pequeña granja que servía para surtir de alimentos a la mansión y a las pocas personas que vivían en la zona en aquellos primeros años del siglo pasado.
Hoffman señala que curiosamente para una persona que pertenecía a una de las familia que revolucionó la agricultura en el país con su maquinaria, Deering tenía una huerta donde las frutas y verduras se cultivaban como antaño, a mano y usando solo pequeños aperos.
Ese componente agrícola va a ser una de las cosas que se quieren resaltar en la rehabilitación de «The Village», que además permitirá crear más espacio para las exhibiciones y los programa educativos que se desarrollan en Vizcaya, desde clases de yoga a proyectos de artistas locales y trabajo de investigación.
La carabela es uno de los símbolos de este palacio miamense.
Hoffman señala que si bien la carabela representa a los viajeros europeos que volvían del Nuevo Mundo cargados de tesoros, en Vizcaya puede verse como un símbolo de los viajeros que, como Deering, iban a Europa y volvían con arte y joyas en la llamada «Época dorada» de Estados Unidos (desde el fin de la Guerra de Secesión hasta la I Guerra Mundial). EFE