La región de Magallanes y la Antártica es un largo y salvaje territorio que se extiende por el extremos austral de Chile y se adentra en el continente helado, un paraíso de aventura para los turistas que llegan hasta este lugar con espíritu de los descubridores.
«Debemos conservar estos recursos naturales para las futuras generaciones. Esta región tiene una belleza paisajística imponente y por eso llama tanto la atención a los viajeros», cuenta en entrevista con Efe Lorena Araya, responsable de Turismo de la región.
«Además de hacer turismo, este territorio es una gran laboratorio natural que sirve de base para investigaciones sobre cómo vivieron los descubridores y los pueblos originarios yaganes, kaweskares y pehuenches», relata.
Por eso, las autoridades locales quieren «copiar los buenos modelos de conservación de otros países», como es el caso de las islas Galápagos, en Ecuador, donde al igual que en Magallanes, los accesos a los parques nacionales y reservas están controlados.
«Todos los viajeros que llegan a la región de Magallanes son descubridores, aventureros aguerridos. Vivimos con viento, bajas temperaturas, lluvia y nieve. Aquí el clima es duro de dominar y los lugares son de difícil acceso», asegura.
Excursionismo , senderismo, escalada, paseos en kayak, navegación en yate. Hay infinitas posibilidades para los amantes de la aventura en la Patagonia, elegido uno de los mejores destinos del mundo en esta modalidad de turismo.
Pero hacer el turismo accesible a más personas, y no sólo a aquellas que tienen un excelente estado físico, es también un gran desafío. «Por eso queremos organizar viajes para los adultos mayores y quienes vienen a participar en congresos.
La región de Magallanes y la Antártica también es escenario de numerosas expediciones científicas.
«Nuestro oro es el conocimiento. Estamos entusiasmados con la idea de impulsar el turismo científico y cultural, porque somos la puerta de entrada a la Antártica, donde se realiza ciencia», señala la directora regional del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur).
«Queremos incentivar a los investigadores de los países que operan en la Antártica para que utilicen la ciudad de Punta Arenas como centro logístico».
«Y por eso estamos habilitando el puerto, con el fin de que los buques oceanográficos puedan establecer aquí su base», explica Lorena Araya.
«Los turistas científicos no se quedan unos días, sino que permanecen hasta dos y tres meses, y eso significa que cuando se marchan, se transforman en nuestros mejores embajadores culturales», subraya.
En Puerto Williams, población situada en la isla Navarino, está el club de yates más austral del mundo, «una joya situada frente al canal de Beagle, en el cabo de Hornos», destaca la directora regional de Sernatur.
«Ahí estamos impulsando un proyecto con la Empresa Portuaria Austral para agrandar el puerto», agrega. El objetivo es que puedan atracar transatlánticos de hasta 300 metros, como en la vecina ciudad argentina de Usuahia, que actualmente monopoliza el tráfico de cruceros antárticos.
Los recursos procedente del plan gubernamental para las zonas extremas de Chile están permitiendo fortalecer la infraestructura y, en especial, la conectividad, el talón de Aquiles de un territorio que abarca el 18 % del país (el 62 %, si se le suma la Antártica chilena)
«Somos una región privilegiada, porque además de los fondos de desarrollo regional, tenemos un fondo especial con recursos que provienen de la extracción de petróleo» (Magallanes es la única región de Chile que dispone de yacimientos de gas y petróleo), cuenta Araya.
Estados Unidos, Brasil y Argentina son los mercados turísticos clásicos de Magallanes, junto con otros que están emergiendo como Rusia, China, Japón, Australia y Nueva Zelanda, donde hasta ahora apenas se ha hecho promoción.
«Son turistas de alto gasto y larga estadía, porque la región es muy extensa y necesitan tiempo para recorrerla. Es ese perfil de turista por el que nosotros estamos apostando, señala la directora de Sernatur.
Hemos pasado por la agricultura, la industria y la minería, y hoy día estamos apostando por lo verde, por la «industria sin chimeneas» como motor del desarrollo. Si somos inteligentes, este patrimonio natural nunca se nos va agotar», asegura Araya. EFE