La llegada de Mauricio Macri a la Presidencia de Argentina ha dado un giro de 180 grados a la política exterior del país marcado por la apertura de sus relaciones políticas con el mundo y el fin del proteccionismo de los Gobiernos kirchneristas, aunque manejando una economía que sigue sin despegar.
«Hemos batallado todo un año durísimo, donde a mucha gente le costó y tuvo que poner el hombro, porque nos dejaron un país quebrado, un país con deudas por todos lados», dijo Macri, de 57 años, líder del conservador frente Cambiemos, en uno de sus discursos de este mes.
Un reproche, el de la herencia recibida del anterior Ejecutivo, encabezado por Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), que desde el inicio de la nueva gestión ha sido una constante en la boca de un Gobierno que se planteó como principales objetivos acabar con la pobreza, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos.
Sin embargo, ninguno de esos tres pilares parece de momento haber encontrado salida en un país que tras recomponer un Instituto de Estadísticas completamente cuestionado durante el kirchnerismo, desveló que más del 32 % de los ciudadanos se encuentra en la pobreza y que tiene en la inseguridad ciudadana -a menudo derivada del narcotráfico- una de sus principales preocupaciones.
Tampoco ha sido posible remontar una economía que sigue en recesión -tras cinco años sin crecer-, con una alta inflación y sin crear empleo, y no son pocas las protestas callejeras en este tiempo contra las medidas de ajuste implantadas por el Ejecutivo, entre ellas los polémicos tarifazos en el gas y la electricidad.
La actividad económica cayó un 3,7 % en septiembre respecto al mismo mes de 2015, y la industria un 8 % en octubre; y se estima que en este tiempo se han perdido unos 120.000 empleos, sobre todo en el sector de la construcción.
El propio Gobierno reconoce que el año que termina ha sido un tiempo de dificultades para ordenar las cuentas nacionales, pero reitera que en 2017 la economía volverá a crecer y se empezarán a ver los resultados de su política, que insiste contará con «la mayor proporción de inversión social» en la historia de Argentina.
En el Presupuesto Nacional para ese año, ya aprobado en el Congreso, el Ejecutivo prevé un crecimiento de alrededor del 3,5 %, gracias en parte a su nueva visión de apertura comercial para promover las inversiones y favorecer las importaciones frente al proteccionismo del periodo anterior, y estima que la inflación, uno de los históricos problemas de Argentina, va a dejar de ser una preocupación -en octubre fue de un 2,4 %-.
La normalización del mercado cambiario, así como el acuerdo alcanzado con grandes fondos de inversión que permitió salir al país de la suspensión de pagos en la que estaba desde la grave crisis que sufrió en 2001, son dos de las principales bazas de la gestión económica de Macri.
El presidente argentino está satisfecho de haber relanzado la relación diplomática con los principales países del mundo.
Barack Obama, François Hollande, Matteo Renzi, Enrique Peña Nieto y Shinzo Abe son solo algunos de los altos mandatarios que han pisado Argentina desde que a finales de 2015, un exultante Macri celebrase a lo grande su triunfo electoral frente a Daniel Scioli, candidato por el kirchnerista Frente para la Victoria (FpV).
Ahora, doce meses después, el jefe de Estado completa su primer año en el poder con una imagen en general positiva, según los principales consultores, pero que comienza a disminuir puntos entre la ciudadanía.
En las últimas semanas, y con la vista puesta en el fin de año, que siempre suele traer una fuerte conflictividad sindical, el Gobierno y organizaciones sociales llegaron a un acuerdo para declarar la emergencia social durante tres años, con una fuerte inversión para luchar contra la pobreza y el desempleo.
Además, se alcanzó un compromiso con los sindicatos y los empresarios para evitar los despidos hasta marzo del año que viene.
Sin embargo, otras tantas organizaciones rechazaron adherirse a ese acuerdo y continúan haciendo de la calle su principal medio de protesta.
La incipiente «buena armonía» entre diversos sectores opositores y el oficialista Cambiemos, influenciada por el diálogo que reinó en los primeros meses de gestión, permitió la aprobación de proyectos clave para el Gobierno en un Parlamento sin mayorías absolutas.
Pero esa luna de miel parece haber terminado, y la oposición, que en este tiempo ha estado carente de líderes claros, promete rearmarse de cara a unos comicios legislativos que en 2017 serán clave para conocer el nivel de aprobación de la población hacia el Ejecutivo.
Por otro lado, la oposición más dura y visible, encabezada por el sector kirchnerista del peronismo, acusa duramente a Macri de incumplir sus promesas de campaña y de impulsar la «persecución» judicial contra sus principales figuras, entre ellas la expresidenta Fernández, acusadas en diversas causas.
Otro caso, el de la activista social y diputada kirchnerista del Parlasur Milagro Sala, detenida desde enero en la norteña provincia argentina de Jujuy por presunta corrupción, ha puesto al Gobierno en el punto de mira de la comunidad internacional, después de que varios organismos hayan pedido su liberación.
Pero el Gabinete de Macri niega cualquier influencia e insiste en que el Poder Judicial es independiente.
La Justicia también ha llamado a la puerta de algunos miembros del actual Gobierno, entre ellos el presidente, a quien afecta una investigación sobre su supuesta participación en sociedades inscritas en paraísos fiscales, a raíz de la aparición de su nombre en la filtración de los denominados Papeles de Panamá.
Además, este mes se conoció que un fiscal pidió abrir una investigación en su contra y otros altos cargos del Gabinete por la firma de un decreto que incluye a los familiares de funcionarios públicos en una ley de blanqueo de capitales que ya fue aprobada en el Congreso.
EFE