Cuando Jesse Owens ganó sus cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 no solo pasó a la historia por esta gesta, sino que, ochenta años después, se le sigue recordando en todo el mundo como un hombre que desafió su destino y que es ejemplo de lucha y de superación.
Prueba de que la leyenda de Owens ha trascendido la historia es que todavía hoy se le siguen haciendo homenajes en distintos lugares del mundo.
Estos días su nieta Gina Strachan ha estado en Santander para participar en la Gala del Deporte de la Asociación de la Prensa Deportiva de Cantabria (norte de España), en la que también se ha recordado el éxito de Jesse Owens.
Strachan recuerda a su abuelo como alguien fantástico, no solo por sus medallas en 100 y 200 metros, salto de longitud y los relevos de relevos 4×100, sino por su calidad como ser humano.
«Era muy amable, muy generoso, muy humilde, y sobre todo una persona muy trabajadora», ha recordado en una entrevista con EFE.
Para ella el gran atleta que conquistó la gloria ante Hitler era simplemente su abuelo, el hombre que la llevaba con sus primos a nadar y que disfrutaba viendo películas del oeste. Sin embargo, desde niña fue consciente de la importancia de Jesse Owens.
«Muchas veces, cuando íbamos a cenar fuera en familia, nos sentábamos a la mesa y la gente se acercaba, le preguntaba si era Jesse Owens, y le pedían fotografías o autógrafos, y nunca decía que no. Estaba siempre dispuesto», comenta Gina con una sonrisa.
Siendo una niña, acompañó a Jesse Owens a Alemania, cuando volvió a una cita olímpica junto al comité estadounidense, en el año 1972, 36 años después de conseguir sus cuatro oros.
Gina cuenta que entonces tenía doce años y le fascinó la fama de su abuelo -fallecido hace 36 años-, que era «como una estrella de rock» a la que la gente seguía, quería tocar, y pedía fotos y autógrafos, al más puro estilo «groupie».
Hoy, ya adulta, tiene clara la dimensión y la magnitud de los logros de su abuelo, especialmente para la gente de color, y el significado de su hazaña: que no importa cuál es el sacrificio, ni qué obstáculos se pueden encontrar, porque todo se puede superar con esfuerzo.
Ése es el mito que forjó Jesse Owens, un joven desconocido, de raza negra y orígenes humildes, que batió todos los récords y consiguió imponerse en los Juegos celebrados en Berlín.
Pero, pese a la imagen del atleta negro triunfante en la Alemania de 1936, Owens «no hablaba apenas» de Hitler y siempre recordaba la amabilidad de la gente en esos Juegos y lo bien que lo trataron. «Él no hablaba de política», dice su nieta.
Ante todo, para ella, está el carácter afable de su abuelo, el cariño que sentía por la gente y cómo trataba de ayudar.
Gina destaca que siempre esperaba lo mejor de todo del mundo y que era un «gran optimista». Tanto que no la desanimó cuando ella también intentó hacer sus pinitos en atletismo en la Universidad.
Y eso que, cuando fue a verla competir, llegó la última a la meta. «Él me dijo: ‘no ha sido tu mejor día pero hay que intentar mejorar'», recuerda entre risas.
Gina cree que a su abuelo le hubiera gustado comprobar que el legado olímpico continúa, que diferentes países siguen reuniéndose y compitiendo, con gente de distintas razas y culturas. Sin embargo, piensa que se sentiría decepcionado por la cara B de la alta competición, por quienes optan «por hacer trampas» y recurren al dopaje.
«Mi abuelo vivió una vida muy feliz, fue alegre, trabajó muy duro, viajaba para dar conferencias o participar en reuniones o conferencias, pero fue feliz», señala Gina. EFE