La Iglesia católica celebró en 2016 el quinto Año Santo extraordinario, el primero convocado por el papa Francisco, quien decidió consagrarlo a la Misericordia y mostrar el valor de las obras de caridad, como fue su visita a los refugiados en Lesbos o su autorización a los sacerdotes para absolver el pecado del aborto.
El Jubileo convocado por el papa, que comenzó el 8 de diciembre de 2015 y concluyó el pasado 20 de noviembre, ha tenido entre otros actos destacados la llegada a Roma de los restos del Padre Pío o de san Leopoldo Mandic, dos santos capuchinos muy venerados en Italia, y la canonización de la madre Teresa de Calcuta.
La religiosa fue canonizada en septiembre por el papa Francisco, quien la calificó de «modelo de santidad» e «incansable trabajadora de la misericordia» a favor de «la vida humana, tanto la no nacida, como la abandonada y descartada».
Bergoglio ha presidido en el Vaticano celebraciones jubilares dedicadas a los inmigrantes, a las familias, al propio clero y la curia, a enfermos y discapacitados, a los jóvenes y a los encarcelados.
Además ha visitado una vez al mes y sin previo aviso instalaciones dedicadas a la acogida de ancianos, personas con problemas mentales o en estado vegetativo, drogadictos, refugiados, niños enfermos o curas que colgaron los hábitos.
Según el coordinador del Jubileo, Rino Fisichella, más de 20 millones de fieles participaron en este año de la Misericordia.
Francisco comenzó el año con un viaje a México, del 12 al 18 de febrero de 2016, donde recordó el drama de la emergencia migratoria con una misa en Ciudad Juárez.
Al regresar de este viaje, el papa Francisco hizo en el avión una declaración que ha cobrado más importancia a finales de año, al señalar sobre Donald Trump que una persona que «piensa en construir muros no es cristiano».
El problema de la inmigración y el drama de estas personas ha estado siempre en los llamamientos de Jorge Bergoglio, pero también en sus actos.
En 16 abril, Francisco viajó a la isla griega de Lesbos, símbolo del drama de la inmigración y puerta de Europa para miles de sirios, y no se limitó a visitar a los refugiados hacinados en los campos de la pequeña isla sino que, en un gesto sin precedentes, subió al avión a doce sirios.
También se arrodilló de manera simbólica ante doce inmigrantes para lavar sus pies en Jueves Santo, emulando a Jesús de Nazaret en la Última Cena con los apóstoles.
El 2016 ha sido también un año intenso en el diálogo ecuménico con el histórico encuentro en Cuba con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Kiril y los viajes a Armenia, Georgia y Azerbaiyán y su participación en Suecia en los actos de la Federación Luterana Mundial por el quinto centenario de la Reforma, que se conmemora el próximo año.
Publicó una nueva exhortación apostólica «Amoris Laetitia» en la que el pontífice aboga por acompañar sin rigidez a los divorciados a los sacramentos.
Un documento que ha causado revuelo entre el sector más conservador de la Iglesia e incluso cuatro cardenales han escrito al papa cuestionando algunos puntos de su exhortación.
Un sector conservador que deberá también reaccionar a la última decisión de Francisco al final del Año Santo de la Misericordia: permitir que los sacerdotes puedan absolver del pecado del aborto, lo que hasta hora debía autorizar el obispo o el pontífice.
El pasado octubre, Francisco firmó el documento de la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio, en el que se dan nuevas disposiciones ante las nuevas prácticas tanto de sepultura como de cremación prohibiendo a los fieles católicos esparcir las cenizas de los difuntos, dividirlas entre los familiares o que sean conservadas en casa.
EFE