El euro, la divisa comunitaria, cumple este 1 de enero 15 años en los bolsillos de millones de europeos, un aniversario agridulce pues al tiempo que se recupera la economía europea la divisa vive horas bajas en su cambio con el dólar.
El euro, que en los primeros años permitía a los europeos viajar a EE.UU. con una moneda ventajosa, ahora se aproxima a la paridad con el billete verde, que el pasado día 15 cayó a su nivel más bajo de los últimos 14 años (1,0397 dólares por euro).
Según los expertos, detrás de esa depreciación del euro estuvo el anuncio de la Reserva Federal de Estados Unidos de elevar los tipos de interés en 25 puntos básicos, hasta un rango entre el 0,5 y el 0,75 %.
Quince años después de su puesta en circulación real, y dejados atrás conceptos como «troika» y «rescate», el euro se enfrenta ahora a fantasmas como el «brexit» y las nuevas relaciones de incierta cooperación económica entre Bruselas y Washington, tras la elección de Donald Trump.
La historia del euro empieza con el diseño del proyecto, con el Tratado de Maastricht (1992), que establecía que los quisieran unirse al club monetario deberían cumplir dos claros objetivos: que el déficit nacional no supere el 3 % del PIB ni la deuda el 60 % de la riqueza del país.
Para su vigilancia se firmó cinco años más tarde el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, base de las revisiones presupuestarias y las recomendaciones en materia fiscal a los países miembros.
En 1998 llegó el Banco Central Europeo y se estableció un tipo de cambio fijo de las monedas que desaparecían con el euro.
Aunque los ciudadanos todavía tardarían 3 años en conseguir tocar físicamente la nueva divisa, en 1999 empieza a ser una realidad el euro como unidad monetaria en Bélgica, Alemania, Irlanda, España, Francia, Italia, Luxemburgo, Holanda, Austria, Portugal y Finlandia.
En 2001 se aceptó a Grecia, que previamente había sido rechazada y, diez años después, sería epicentro de la peor crisis existencial de la moneda.
A partir del 1 de enero de 2002, 300 millones de ciudadanos en 12 países de la Unión Europea convierten verdaderamente al euro en moneda real.
Solo un año más tarde Alemania y Francia rompieron el pacto de estabilidad, norma que quedó en suspenso.
Fue sin embargo en 2007 cuando el euro se tambaleó por primera vez por culpa de una crisis que arrancó en EE.UU., la de las hipotecas basura, y que viajó a Europa convertida en crisis de deuda soberana.
La palabra «rescate» pasó a hacerse tristemente popular en las reuniones del Eurogrupo, los encuentros mensuales de los titulares de Finanzas del club de la divisa única.
En 2010, Grecia es el primer país que pidió un buque de salvamento, de 110.000 millones de euros, cuya gestión se confió a la llamada troika, formada por la Comisión Europea, el BCE y el Fondo Monetario Internacional.
Siguieron en la petición de rescate Irlanda, Portugal y Chipre. España recibió igualmente una línea de crédito bancaria.
El peor año para el euro fue 2012, con el segundo rescate para Grecia, que tres años más tarde, tras la llegada al poder del primer ministro Alexis Tsipras (Syriza), casi se convirtió en el primer socio del euro en abandonar el club.
El «grexit», sumado al toque de atención que significaron los resultados de las elecciones europeas de 2014, con el ascenso del euroescepticismo a izquierda y derecha, se convirtieron en punto de inflexión para que los socios de la eurozona se comprometieran a seguir apuntalando la integración económica de cara a evitar futuros sustos.
Los Gobiernos de países con moneda única se han mostrado convencidos que la unión monetaria no puede sobrevivir sin una verdadera unión bancaria. Pese a los avances en camino, ese proyecto sigue inconcluso a falta de un fondo común de garantía de depósitos, la creación de un Tesoro comunitario, así como un ministro europeo de Finanzas y un seguro común de desempleo.
La división entre ciudadanos de países acreedores y deudores creada en torno al euro y los rescates y exacerbada por las fuerzas eurófobas benefició en gran medida a los partidarios del «Brexit», uno de los mayores retos que enfrenta la moneda.
Las plazas financieras mundiales, incluido Wall Street, han puesto el grito en el cielo con el resultado del referéndum británico y temen las consecuencias financieras de una salida de Londres de la Unión Europea no solo para la isla sino para el resto de socios europeos.
Aunque Reino Unido no ha adoptado el euro, sí es la City el mayor centro financiero de la zona euro.
Asimismo, la vuelta al proteccionismo acérrimo de Donald Trump y su querencia por el petróleo -que hará aumentar el billete verde para presionar a un euro que lucha por mantener cierta recuperación- no parece que vayan a allanar precisamente el camino de la divisa comunitaria hacia su mayoría de edad. EFE